Wednesday, January 07, 2004

No, no y no. No vuelvo a verla. Cada vez que lo hago, me siento como una auténtica mierda. Sé que nunca voy a arreglar la vida de los demás por mucho que imagine o por mucho que me empeñe. Pero también sé que siempre acabo resistiéndome a dejar de comportarme como la estúpida de Amelie. Pues eso, que anoche volví a recrearme en mi propia miseria mientras la pequeña francesa devolvía sonrisas a diestro y siniestro a toda la vecindad en la pantalla. En realidad, su origen y el mío tienen mucho en común. La gran diferencia está en el resto del guión: el suyo fluye a las órdenes de un director cinematográfico; y el mío... sabrá Dios en manos de quién está (porque ni Dios lo controla, si es que ese hombre existe, claro).
Lo reconozco. Estoy cansada de regalar sonrisas, de inventar excusas para demostrar que salgo indemne de cualquier golpe y, ya que estoy largando, también estoy harta de trabajar por amor al arte. Vale, cualquiera podría llamarme egoísta, pero ahora lo haría con razón. Me da igual. Pareceré cruel, pero pocas cosas me importan algo a estas alturas de mi vida.
En fin, creo que llegó la hora. La tan temida metamorfosis para muchos de mis amigos está a punto de producirse. Y como me debe quedar fatal la coraza dura y negra del señor Gregorio Samsa, opto por convertirme en una resuelta Bridget Jones. Al menos, ella ríe cuando tiene ganas y llora sin buscar escondites. Eso sí, me quedo con los escasos 50 kilos de Amelie y la lencería de Zara (va por usted, Amancio Ortega).

No comments: