Tuesday, January 20, 2004

Últimamente me quejo mucho, pero con razón. Hoy el café ha llegado a tiempo. El pobre camarero se ha tragado la bronca de la señora de al lado. Cosas de hombres: me habrá visto más guapa y me ha atendido antes. Todo parecía que iba bien, que iría bien. Un martes tranquilo. Pero empezaron a fallar las pilas. "lot no sé qué" me ponía el discman. "Lucía, no te mosquees", me digo. Subo al autobús y parece que todo funciona. Hay sitio libre y no tengo que aguantar el baboseo ni los restregones de los listillos. Hasta entonces, todo pasable, podríamos decir. Hasta que el imbécil de mi jefe me llama, me reúne solemnemente (sin importarle que tengo una cola de clientes esperando a que les cobre) y me cabrea. Y qué ocurre cuando Lucía se cabrea? Pues que se enfada con el mundo entero. Sí, hoy estoy enfadada con todos y mando todo a la mierda. Encima, me viene la regla el día que me toca reponer las estanterías de compresas. Ironías.

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