Sunday, November 23, 2008

Las sábanas rojas (y II)

"¿Dónde estamos?, preguntó ella. En mi casa, dijo el duende. Tienes que ayudarme. ¿Otra vez? ¿En qué lío te has metido ahora?, dijo ella. El duende empezó a llorar. Mi madre ha desaparecido. Hay un hueco nuevo en este mundo y se ha colado por ahí. La seguí y volví a aparecer en el mismo sitio, delante del hueco, pero cojo y con este parche, sollozó el duende. Vamos allá, dijo ella. Se acercaron al hueco. Venía un viento frío y sucio, no se veía el final. Yo no quiero entrar, dijo el duende. Vale, vale, dame un dado, vamos a tirarlo dentro, a ver qué pasa, respondió ella. Así lo hicieron. Un dado blanco con puntos negros reapareció al instante, pero en vez de seis caras tenía siete. Hay que tirarlo otra vez, dijo ella. Lo tiraron y el hueco devolvió el primer dado. Ahora entra tú, dijo ella. ¡No!, no quiero, gritó el duende. La mujer lo cogió y lo lanzó dentro. El duende reapareció como nuevo y se puso a dar saltos hasta que se cayó de nuevo en el hueco y, sin darse cuenta, estaba cojo otra vez. ¡Jajaja!, se rió ella. Ahora tendrás que entrar ahí otra vez. El duende así lo hizo y apareció sin lesiones. Esta vez no saltó, estaba asustado. Tu madre no está ahí, dijo ella. Está en mi casa durmiendo. ¡¿Cómo?!, dijo el duende. Jajaja. Sólo te había gastado una broma, dijo ella. ¡Vamos! Y en la cama de las sábanas rojas estaba la madre duende.

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