Tuesday, February 03, 2004

Una vez me dijeron que regalabas diez años de vida a alguien si soñabas que moría. Pues bien. Yo, pese a que lo pasaba fatal con esas pesadillas -de sueño, nada-, me despertaba feliz y eufórica cuando de buenas a primeras había obsequiado con toda una década a mi padre, a mi abuela, a mi hermano, a mi hermana, a mi tía, a mi primo... A todos. Ahora que lo pienso, hasta Prodi tiene que agradecerme que aquella carta bomba que recibió hace poco no lo dejara pajarito. Pero tú, mi querido Berlusconi, no envidies a tu amiguito, que aunque en mis sueños coleas más que vives, lo tuyo es que te quiten más que te regalen (me refiero a años, por supuesto, el resto es otra historia). Y con esos liftings, cavalieri, vas sobrao como para también querer profanar mis noches serenas.
El caso es que andaba preocupada porque a quien le regalaría no diez, sino una vida eterna, no había muerto en mis sueños. Y es que hasta para eso es especial: no se perdonaría darme una mala noche. Pues lo siento, mamá, anoche me la diste y bien. Pero no sabes cuánto me alegro.

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