Tuesday, March 01, 2005

Estoy aquí pensando que si una cabra da leche y con esa leche se hace queso, a mí me debe oler todo a queso porque estoy como una cabra. Eso sí, hay un problemilla. Y es que yo, de momento, leche no doy. Otra cosa es que tenga mala leche, que no creo. Pero entonces me pregunto qué tiene que ver la cabra con el queso. O yo con el queso, que es lo mismo. Pues ni idea. Además, no entiendo por qué me estoy haciendo esta estupidez de pregunta. Mala leche es la que he tenido que tener hoy con más de uno ... o de una. Pero la leche se me corta y luego la que se indigesta soy yo. Ejemplo: el camarero del restaurante donde he comido. Una, que siempre tiene prisa, se pide un café y una tarta de queso, fíjate por dónde. Bueno, pues el inepto ése, que se cree que me hace gracia lo que dice, me trae antes el café que la tarta. Y le digo que no lo entiendo. Se me pone chulito y, con la mierda de prisa otra vez, me bajo los humos yo solita y me tomo el café antes de que se le bajen los humos, porque si encima se me enfría... ni leche, ni queso ni ná. La cabra, que soy yo, embiste al que sea con los cuernos (unos que cojo de alguien de al lado, claro está, porque mi cabeza está lisita).
No es por nada, pero en mi mesa ahora hay una pieza de El Cigarral y otra de cabrales, que me acabo de enterar de que es un pueblo. Y como yo para elegir soy pésima, paso y me voy a mi camita, que sé que el que está entre las sábanas, ése... chicosss, ése... amelieeee, éseee... sí que está como un queso... y una cabra.

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