Tuesday, January 27, 2004

Como no me quiere nadie, yo me quiero, me quiero mucho, me lo digo a mí misma todas las noches: Lucía, cuánto te quieres, cuánto te quieres, Lucía, ayyyyyyy. No me puedo abrazar a mí misma, porque estoy como un tonel y no me abarco, pero si pudiera, lo haría. Es que hoy tengo un sobreexceso de amor y no podía pasar sin escribir un textito para recordarme que nadie pensó que llegaría hasta aquí, jamás. Si es que yo soy una niña muy coherente y cuando me quiero es por algo. Me voy a celebrarlo con un café y la pesada de mi compañera de caja. ¿Quién me mandaría hacerme amiga de ella? Va a tirar por tierra mi reputación de empleada ejemplar que nunca va a la máquina. Y es que claro, llega: ¡ Ay, ay ,ven a la máquina sólo 30 segundos!, y si me descuido, son 30 minutos de mi valioso tiempo. ¿Qué se habrá creído, que todas sus aventuritas y desventuritas (más de las últimas, pero se pone más presumida con las primeras) han de pasar a los anales de la historia?
En fin, además ni siquiera me invita al café. Si no fuera porque hoy me quiero tanto me sacaba de mis casillas. Y no sé cómo decirle que a ella sí que no la quiero como se cree, en realidad ni siquiera la mitad. Pero a mí sí me quiero, me voy a dar un besito, que a mí si me los doy, qué pena que no llego a apretarme, muacs, muacs, muacs. Sólo para mí y nada más que para mí, porque me los merezco y mucho.
Que síiiiiii, que ya voy a la máquina. Qué pesada.

Sunday, January 25, 2004

Si ya de por sí jode trabajar un domingo, ni os cuento lo que jode que una maratón te corte todos los accesos de entrada al curro. Dos horas dando vueltas y saliendo al mismo sitio para encontrarte con el mismo policía, las mismas indicaciones y más mala leche si cabe. La primera vez está bien, porque resulta que el poli, además, está mejor que quiere. Y bueno, en algún momento se te pasa por la cabeza que a ti, por ser tú, te dejará entrar. Pero nada. Vuelta otra vez a la rotonda de antes. La segunda vez jode aún más porque te ve el mismo poli y no es plan que ese tío tan buenazo piense que eres tonta y que no sabes salir de allí. Aun así, ni le doy pena ni me deja entrar. Ya la tercera vez no es que parezca gilipollas. Es que el gilipollas es el poli, que se cree que he vuelto por él. Y debe ser que el Cuerpo está muy bien adiestrado, porque me volvió a echar p'atrás. En fin, que me he tenido que tragar la carrera de tíos y tías sudorosas y mi orgullo, que es peor. Será posible...

Friday, January 23, 2004

Después de pasarme dos horas (de sesenta minutos cada una) esperando a que la peluquera me alisara este pelo de estropajo, no me quedan ya ni ganas de salir por ahí a lucirlo. Ni siquiera se me ocurre qué contar. O quizá sí, pero lo que se me ocurre es incontable. Así que como ando aquí toda desganada, os dejo con un textillo que acabo de leer y que me ha gustado:

"Si encontrara la lámpara perdida de Aladino o el espejo de Alicia, me vestiría de bruja con ojos de hada buena y te daría el secreto del pájaro encantado o, mejor, la promesa de un sueño de manzana. Ya sé que los fantasmas siguen dando las doce, que hay inviernos enteros de paraguas sin beso y tardes en que todo te muestra su factura: el reloj y el examen que no te has preparado, las alas que has tenido que colgar en la silla, las ventanillas grises de adioses aparcados, y ese timbre lejano del amor, que no suena, esa voz que interrumpa los folios en la mesa para decir tu nombre como una lección dulce. Y son tristes, lo sé, esos momentos hondos, interminables, en que las esperanzas son como fichas gastadas, y el futuro tan sólo un juego estropeado. Pero te quedan todos los sueños por delante, mil arcoiris que apostar a la luz y soles y más soles que aguardan el preciso colorín colorado de los cuentos".

Wednesday, January 21, 2004

Lo mejor de un miércoles más soso que la ensalada que me ponen todos los días como primer plato del menú es saber que no trabajo ni mañana ni pasado. Y como no pienso hacer nada, voy a regodearme desde ya con mis recuerdos. Cuando llegué a Sevilla, harta de la vida, me dediqué a limpiar la pensión en la que encontré alojamiento. Julia, la chica que hacía las labores, se quedó embarazada y dejó el trabajo. Su marido la trataba como a una auténtica convaleciente. Así que yo, que iba siempre con el Código Civil bajo el brazo por si caía la breva, me tuve que conformar con ocupar su lugar si no quería morirme de hambre. Había en total 13 habitaciones, pero sólo seis estaban ocupadas: dos chicos colombianos, que trabajaban en la construcción, un argentino, que no lograba encontrar nada y que estaba obsesionado con montar una escuela de tango o de magia, un joven de Vitoria, que había venido a estudiar Periodismo, un madrileño, que vendía móviles, y una servidora. Carlos, que así se llamaba el comercial de los madriles, era un pijo pero de los de verdad. Todavía no sé por qué me enamoré de él. Sí, me enamoré como una estúpida. Entonces tenía 24 o 25 años. Un día me regaló una flor. Al parecer, salió de marcha y se la compró a una china que le dio la lata toda la noche. Dice que se acordó de mí por lo bien que le hacía la cama. Será capullo el tío. Y yo, desde entonces, como una imbécil, siempre le dejaba una nota debajo de la almohada.

Tuesday, January 20, 2004

Últimamente me quejo mucho, pero con razón. Hoy el café ha llegado a tiempo. El pobre camarero se ha tragado la bronca de la señora de al lado. Cosas de hombres: me habrá visto más guapa y me ha atendido antes. Todo parecía que iba bien, que iría bien. Un martes tranquilo. Pero empezaron a fallar las pilas. "lot no sé qué" me ponía el discman. "Lucía, no te mosquees", me digo. Subo al autobús y parece que todo funciona. Hay sitio libre y no tengo que aguantar el baboseo ni los restregones de los listillos. Hasta entonces, todo pasable, podríamos decir. Hasta que el imbécil de mi jefe me llama, me reúne solemnemente (sin importarle que tengo una cola de clientes esperando a que les cobre) y me cabrea. Y qué ocurre cuando Lucía se cabrea? Pues que se enfada con el mundo entero. Sí, hoy estoy enfadada con todos y mando todo a la mierda. Encima, me viene la regla el día que me toca reponer las estanterías de compresas. Ironías.

Monday, January 19, 2004

Lo peor de que sea lunes no es que sea lunes, es que hayas dormido mal, que te duela todo, que el autobús vaya lleno de gente, que te traigan el café 20 minutos más tarde que la tostada, que no tengas ganas de empezar a trabajar, que la máquina no te dé la coca cola para ponerte en marcha, que tengas que saludar a tus compañeros sin ganas, que escribas chorradas como ésta...

Wednesday, January 14, 2004

Llevo algunos días de retraso. Pero no mental, claro, que en eso llevo unos años de adelanto (jajajaja). Bueno, bromas aparte, ¡¡¡¡no me viene la reglaaaa!!! Y pienso: ¿Por qué tengo que preocuparme si más pura y casta que yo no hay nadie hoy en día? Debe ser que tengo anemia, ya me pasó alguna vez durante un verano entero, que disfruté de playa y piscina los tres meses seguidos. Lo lógico, si hubiera mantenido una relación sexual, sería que me comprara un predictor y saliera de dudas. Pero insisto, eso a mí no me hace falta (veáse orgasmos de vegija). Además, soy patética para eso. Una vez una amiga, en estado de shock porque pensaba que estaba embarazada, me pidió que fuera yo quien le dijera si el aparatito ese se ponía rosa. Evidentemente, con mi nefasta experiencia, le dije: "Síiiiiiiiiii, voy a ser titaaaaaaa". Su cara se tornó blanca, salió que echaba chispas en busca del predictor y a punto estuvo de tirármelo a la cabeza. Por supuesto, ni tita, ni madre, ni leches. El test dio negativo. Lo que quiero decirles con todo eso es que soy un desastre. Y de eso se dio cuenta ayer mi ginecólogo. Estoy obsesionada con el ginecólogo. Voy casi una vez al mes. Vamos, peor que los viejecitos en la consulta del médico. Es asqueroso, desagradable, repugnante, diría yo. Pero no sé, eso de subirme al potro es como una experiencia arriesgada, y, teniendo en cuenta que lo más arriesgado de mi vida es que me corte el dedo con la máquina charcutera, la visita al ginecólogo como que me saca de la cotidianidad. Bueno, parece que me duele la barriga. ¿Será la regla o el hambre que tengo?

Sunday, January 11, 2004

¿Alguien me puede decir cómo quitarme este maldito dolor de cabeza? Y no es resaca, porque yo no bebo.

Saturday, January 10, 2004

A veces pienso que me paso. Pero no, al contrario. Es que ni llego. No lo soporto, lo siento, que no lo soporto. Después de tanto sufrimiento, después de tantos cabreos por culpa de este tío, después de tanto desear que pasara el tiempo para que me dejara tranquila, que se afeitara de una vez por todas sus ridiculeces, que entonara otra forma de reírse... Después de aguantar ese acento raro que se le pone cada vez que ve a su amiguito (que también me cae como una patada, cuando no peor), después de sobrellevar como he podido las pijadas de su mujer, después de sufragarle parte de la boda de su hija, de que me quitara todo lo que tengo, de que me prometiera lo que nunca cumplió, de querer tratarme como a una estúpida que se lo cree todo, de querer comprarme con regalitos tontos... Joder, después de todo eso, va y me pone las elecciones el día 14 de marzo. No me lo puedo creer. ¿Es una mera coincidencia o el destino está en mi contra? Ese día, ese mismo día me tengo que levantar a las siete de la mañana, tengo que ir a la peluquería, enfundarme en un vestido de gala, ponerme una pamela a juego y esperar en la puerta de El Salvador para tirar arroz a mi amiga y a su novio, que se casan. Estoy segura de que Aznar sabía lo de la boda porque no me extrañaría ni un pelo que mi amiga lo hubiera invitado. ¿Qué más le daba el día 7? ¿Será verdad que se está tan bien en la Moncloa como para apurar una semana más la estancia? Ustedes dirán que vote por correo, claro. Pero no es lo mismo. Eso de levantarse por la mañana, con el gusanillo en la barriga, ir a echar la papeleta en la urna, ummmmmmm... No voy a seguir porque me parece que el orgasmo ese que siento cada vez que vacío la vejiga se va a quedar corto con esto. Ja, no te saldrás con las tuyas, querido. Si hace falta, me hago el moño yo. Pero que voto, voto. Como que me llamo Lucía.

P.D. ¿Me podría sustituir alguien si me toca pringar todo el domingo en una mesa electoral? Aunque bueno, si me toca presidirla, haré un esfuerzo y sacrificaré la boda de mi amiga (con lo que me gusta a mí una pamela...).

Thursday, January 08, 2004

-Prueba.
-Perdone, señora.
-Una caja de Prueba, que no hay en la estantería, señorita. A ver si reponemos.
-De acuerdo, señora. Enseguida se la traigo.

Os juro que si no llego a ver a la nieta de esta clienta insoportable con la cara churreteada y con un biberón en la mano, jamás hubiera intuido que lo que quería era una caja de leche Puleva. Son la cosas de trabajar en directo (jajaja), como dice la bruja Lola.
Bueno, hoy ha sido un día duro, sobre todo, cuando tienes que aguantar los rollazos que te suelta tu jefe. Que si su niño se va a una conferencia a los madriles, que si esta mañana ha estado con Monteseirín y Acebes, que si un día le va a traer el Pulitzer. ¡Pero qué Pulitzer ni qué ocho cuartos! El que tiene que pulir los cristales de la vitrina del queso es él, en vez de contar historietas y entretener a sus empleados. Yo entiendo que Felipe, que así se llama el señor, soñara con irse a la guerra como reportero. No sé si se acuerdan, pero él fue quien me hizo la comparación entre Ángela Rodicio y Pérez Reverte. A veces hasta lo entiendo, pero creo yo que su hijo no quiere saber nada de trincheras. De las ruedas de prensa no pasa. Pero qué cruel soy. Pues ya está, que hoy estoy espesa. Voy a ver si deshago los grumos del cola cao (con leche de Carrefour -mi sueldo no da para más-) y me voy a la cama. Mañana viene el camión de reparto. A ver qué tal está el repartidor. Mmmmm...
¿Qué ocurre cuando alguien te cae mal? Pues, entre otras cosas, lo que dice la Ley de Murphy: te lo encuentras hasta en la sopa. Y fíjense que aunque yo no soy de cuchara, algo así me ha pasado con Arturo Pérez Reverte estos días. La verdad es que no sé por qué siempre he sentido cierta antipatía hacia este buen hombre. El caso es que, de un tiempo a esta parte, cuando termino de desayunar y enfilo mi camino hacia el trabajo, me topo con una hilera de 'El caballero del jubón amarillo' en los escaparates de El Corte Inglés. Ahí, mientras ando escuchando mi discman, toda tranquila, me asalta la voz de mi conciencia y, entre interferencias, escucho: "Joder, tía, todavía no te has leído 'La piel del tambor'". Hasta he llegado a creer que me cae mal porque me avergüenzo de no haberme leído este libro. Les he dicho que no soy de cuchara, no? Pues nada, otro plato. Cuando llego al curro, mi jefe me hace una comparación exhaustiva entre el despido de Ángela Rodicio como corresponsal en Jerusalén y la salida de Arturo de TVE con su 'Territorio comanche' de fondo. De nuevo, la subnormal de la voz de mi conciencia: "Tía, ¿qué haces que no te lo lees ya?". Grrrr...
Bueno, pues hace unos días, en el AVE, llegó a mis manos, no sé cómo, una revista Telva -con una tal Marie-Chantall Miller que decía que me iba a enseñar su armario, toma ya-. Ayyy, pero qué ingenua soy!!. Yo creyendo que me encontraría con algún truquillo para acabar con el maldito grano que me estaba dando la lata... Y leo lo siguiente: "Habla tan rápido como piensa, pero piensa tan lúcidamente como escribe". ¿Pero qué pintaba Arturo Pérez Reverte entre consejos de moda, belleza y decoración? Aquella vez logré engañar a mi conciencia con el catálogo de venta a bordo. Lo que no impidió que yo misma me dijera: “O te compras el dichoso libro o te lo compras ya, imbécil”.
Anoche me apetecía ver El sastre de Panamá. Pero tenía sólo dos opciones: el partido R. Madrid-Eibar o Jesús Quintero y sus ratones coloraos. Evidentemente, me fui a ver el fútbol. Que noooo, que me decanté por el perro verde y... adivinen: otra vez el señor Arturo Pérez Reverte, diosssss!!!! Ahora, para colmo, esa forma de hablar, ese modo de expresarse... me recordaban a alguien. En fin, que creo que me voy a aficionar y todo a este señor. Por cierto, la madre de Ignatius Rielly –en el libro que me estoy leyendo- padece “arturitis”. Uff, menos mal que el fútbol mueve masas y hasta mi voz de la conciencia se fue a celebrar el golazo del Eibar. ¡Qué pesada!

Nota a mi voz de la conciencia: “Tú, imbécil, me leeré 'La piel del tambor' por que me dé la gana, no por que tú me lo digas”.

Wednesday, January 07, 2004

No, no y no. No vuelvo a verla. Cada vez que lo hago, me siento como una auténtica mierda. Sé que nunca voy a arreglar la vida de los demás por mucho que imagine o por mucho que me empeñe. Pero también sé que siempre acabo resistiéndome a dejar de comportarme como la estúpida de Amelie. Pues eso, que anoche volví a recrearme en mi propia miseria mientras la pequeña francesa devolvía sonrisas a diestro y siniestro a toda la vecindad en la pantalla. En realidad, su origen y el mío tienen mucho en común. La gran diferencia está en el resto del guión: el suyo fluye a las órdenes de un director cinematográfico; y el mío... sabrá Dios en manos de quién está (porque ni Dios lo controla, si es que ese hombre existe, claro).
Lo reconozco. Estoy cansada de regalar sonrisas, de inventar excusas para demostrar que salgo indemne de cualquier golpe y, ya que estoy largando, también estoy harta de trabajar por amor al arte. Vale, cualquiera podría llamarme egoísta, pero ahora lo haría con razón. Me da igual. Pareceré cruel, pero pocas cosas me importan algo a estas alturas de mi vida.
En fin, creo que llegó la hora. La tan temida metamorfosis para muchos de mis amigos está a punto de producirse. Y como me debe quedar fatal la coraza dura y negra del señor Gregorio Samsa, opto por convertirme en una resuelta Bridget Jones. Al menos, ella ríe cuando tiene ganas y llora sin buscar escondites. Eso sí, me quedo con los escasos 50 kilos de Amelie y la lencería de Zara (va por usted, Amancio Ortega).

Monday, January 05, 2004

Bueno, elegí el día de ayer para suicidarme porque estaba sola, vacía y con un montón de problemas sin solución. Ya lo sé, no hace falta que me lo recuerden, no soy nada original. Todo el mundo que intenta quitarse la vida lo hace por eso. ¿Pero qué pasa? ¿No puedo suicidarme yo o qué? Pues no, joder. La gripe me jugó una mala pasada –y también un poco de miedo, que se coló en la caja de cápsulas–. A mí eso de las despedidas y los actos grandilocuentes no me gusta nada. Así que, en honor a mi discreción, decidí soltar un sutil adiós a la gente que nunca sabría que Lucía, es decir, yo, habría muerto: mi amigo Pablo, que conocí en un chat, y mi amigo Luis, que ya no sé ni de qué lo conozco.

No os lo he dicho, pero vivo en Sevilla desde hace cinco años. Llegué allí después de terminar la carrera en la Complutense. Fui una buena estudiante, pero nunca supe rentabilizar mis esfuerzos. Tenía un amigo, Jorge se llamaba el menda, que siempre me echaba en cara su espectacular trabajo en el bufete de su papá. Sí, de su papá, como él lo llamaba. Vamos, que lo de pasante con él como que no iba. Y me jodía mucho, lo siento, me jodía el tío este y el resto de tías pijas que tuve que soportar durante cinco años de facultad. Así que dejé mi Madrid natal, de atascos y prisas, y mi Puerta del Sol, donde me hicieron reír y llorar tantas citas a ciegas y tiré pa’el sur, como dicen aquí. Mi familia estaba totalmente destruida, era un círculo vicioso en el que ya nada tenía solución, y yo no tenía a nadie en quien confiar. Estaba sola, vacía, pero en ese momento no me dio por las pastillas. Tenía más miedo aún. Con una mochila de Bacardi que había ganado en una discoteca, me fui a Méndez Álvaro, cogí un Socibus y en seis horitas estaba ya dando un paseo por el Guadalquivir.

Sunday, January 04, 2004

Lo peor de querer suicidarte es intentarlo cuando tienes un intenso dolor de garganta y ni siquiera el primer cargamento de pastillas puede pasar de la laringe (¿o de la faringe?). Ahí me empecé a dar cuenta de que no soy tan fuerte como pensaba, o que soy más inoportuna de lo que creía. Bueno, no sé, el caso es que me llamo Lucía. Y no soporto que me hagan chistecitos del tipo "¿y el sexo?". Pues ni idea, porque tengo 28 años y todavía no sé qué es un orgasmo. Que no, que no lo sé. ¿O sí? A ver, es que yo tenía un profesor de Religión –que era un cura, por cierto– que decía en clase que cuando tenías muchas muchas muchas ganas de ir al baño y finalmente conseguías vaciar la vejiga, a punto de estallar, pues... sí, sí, síiiiiiiiiiiiiiii. Ése era el orgasmo. Sí, he tenido miles de orgasmos. 28 años tengo, ya lo he dicho antes, ¿no? Pero cumplo 29 el mes que viene. ¡Diossss, 29 y sólo sé cómo se vacía la vejiga! Bueno, a lo que iba, que soy abogada, pero trabajo en un supermercado. Y así tengo las manos, llenas de cortes y de callos. Lo que menos me gusta es separar los muslos del pollo. Agggg. Coger el higadillo y tirarlo a la basura. Qué asco, madre. Y encima, algunas señoras se quejan de que no les quito el pellejo. Serán... Pero, como decía no sé quien, son gajes del oficio. A veces hasta lloro. Hubo un tiempo que decidí hacerme vegetariana, pero me aburrí, como de todo. Del gimnasio, de la crema hidratante, del champú con vitaminas, de los kellog’s all bran, de hacer la cama... Uff, siempre me olvido de hacer la cama. En realidad, siempre me pareció una tontería estirar las sábanas y luego las mantas y luego el edredón y nunca consigo que me quede bien la almohada. Me diréis que un nórdico no me vendría nada mal. Ya me lo ha recomendado algún listillo. Pero es una tontería aún mayor cuando nadie, excepto yo misma, ve que está deshecha. Como podréis comprobar, vivo sola. Algo que está muy bien también para hartarte de chocolate sin que te vean. Joder, a algún sustitutivo tendré que recurrir, ¿no creen?

Saturday, January 03, 2004

Hola, me llamo Lucía y vengo a daros la barrila con mis historias para no dormir. A ver si os gustan!